El arte es mucho más que elegir un objeto cualquiera y elevarlo a la categoría de arte. Si fuese así, todo el mundo podría ser artista y el arte perdería su valor como tal. El arte hay que crearlo de la nada y no adaptar un objeto a tu antojo. Es cierto que un objeto se puede transformar y darle un nuevo sentido, incluso transformarlo en su totalidad hasta crear una obra de arte, como hacía Miguel Ángel de un simple bloque de mármol, pero nunca sin el esfuerzo creador y estético que para ello se requiere, ante todo debe hacer vibrar nuestra fibra interior. Para crear una obra de arte, y lo digo por mi propia experiencia, hay que embriagarse de ella y con ella, sentirla, experimentar con el arte durante largos años y en uno de estos arrebatos momentáneos puede surgir una verdadera obra de arte.
Ante todo, a mi entender, una obra de arte es el resultado y no el proceso, el proceso puede hacer gozar al propio artista, pero nunca a un espectador que no ha visto este proceso, y lo más importante: tiene que llegar al alma, y sincera y respetuosamente el retrete de Duchamp no me llega al alma ni creo que pueda llegar al alma de nadie.