¿Qué pasa con aquellos artistas que no entran en este circo de excentricidades?: Intentan abrirse camino luchando desesperadamente contra el olvido en el que han quedado relegados . Algunos, los más afortunados, exponen sus obras en galerías de arte, pero el alto precio que conlleva el montaje de una exposición, unido a la poca afluencia de visitantes hace de dicha empresa un negocio ruinoso.
Mi deseo sería concienciar a los estamentos responsables y medios de comunicación, que se ocupen de mostrar al gran público que una buena obra de Arte no es siempre prohibitiva en cuanto a su precio, que puede ser también alimento del espíritu, que no es un objeto más de consumo que se usa y se tira, que es única e irrepetible, que se puede gozar con ella e incluso amarla. Pero para amar algo hay que conocerlo, y en esto último, los estamentos culturales pueden hacer una gran labor, “alimentando” a la sociedad a través de los poderosos servicios mediáticos de que disponen. Las escuelas deberían instruir más profundamente a los más jóvenes mostrándoles “in situ” la belleza del Arte en los museos , para que cuando lleguen a la edad adulta, visitar un museo o una Galería de arte sea tan normal como visitar una boutique de moda.
Los críticos de los periódicos podrían escribir más sobre las diferentes exposiciones que se realizan, animando al público a visitarlas e incluso escribiendo críticas negativas de aquellas muestras que no sean de calidad. Si se escribiese la mitad sobre Arte que lo que se escribe por ejemplo sobre las noticias del corazón o sobre fútbol, todo sería muy diferente.
En cuanto a la radio existen afortunadamente algunas excepciones, ya que su diversidad de programas hace posible poder elegir en algunas emisoras temáticas más culturales.
Muy pocas excepciones encontramos por desgracia en la televisión. Este monstruo despiadado, que consigue hacer atractivo aquello que no lo es, que con gran habilidad ensalza e idolatra a personajes absolutamente mediocres e incluso rastreros, que propaga el mal gusto y la mala educación, debería hacer un acto de contrición y remediar en lo posible el daño causado. Este monstruo que tiene el poder de llegar tan fácilmente a la intimidad de cualquier hogar, debería realizar su labor de una manera diferente a cómo lo está haciendo hasta el momento, es decir, dando cabida a otras programaciones con más contenido sustancial que a las que nos tienen acostumbrados.
De continuar en esta carrera de consumo masificado, devorando compulsivamente cualquier producto por el simple hecho de estar bien promocionado, en la que cualquier rareza es considerada como arte y convertida en dinero gracias a la habilidad de algunos, nuestras posibilidades de reconocer lo verdadero están destinadas al fracaso. Por contrapartida, el buen Arte, y me refiero a cualquier vertiente del arte, ya sea la pintura, la música, las letras o el cine, quedarán estancados en el olvido y aplastados por la mediocridad.
Si nuestros gobiernos no invierten este proceso anticultural en el que estamos sometidos, el verdadero Arte, aquel que consigue llegar hasta lo más profundo de nuestro ser, aquel que nos hace diferentes de las otras especies del planeta, aquel que como decía Kandinsky “produce un sonido interior”, quedará irremisiblemente relegado al desconocimiento, a su extinción, o en el mejor de los casos al recuerdo nostálgico de unos pocos.
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