Arte, crisis y "espabilados"


Desde que empezó todo éste desaguisado de la crisis no dejo de recibir ofertas para realizar exposiciones, ferias, bienales, representaciones para artistas, participaciones en la inclusión en libros de arte contemporáneo y un sinfín de “eventos” que prometen y aseguran ser los más importantes y prestigiosos acontecimientos en el mundo del arte contemporáneo y de vanguardia.

Es evidente que la única finalidad e interés que tiene la gran mayoría de todos estos “amigos del arte”, es sacar un lucro económico a costa del pobre artista, deseoso de exhibir su obra y de que se dé a conocer su trabajo al máximo número de aficionados y coleccionistas del arte. Pero, lamentablemente, en casi todas estas promociones el artista debe desembolsar una gran cantidad de dinero que sus vacíos bolsillos son incapaces de afrontar.

Parece ser que ya no existe como antaño el mecenas, ni tan siquiera el galerista o marchante de arte que cree y tiene fe en aquel artista desconocido y que, si bien también pretende lógicamente obtener un beneficio económico, apuesta y arriesga por aquel desconocido pintor de una manera más altruista, a sabiendas de que este artista no posee la infraestructura económica, ni los contactos, ni el conocimiento comercial necesario para realizar por si mismo la promoción adecuada.

En la mayoría de los casos las propuestas, además de ser económicamente difíciles para el artista, son de baja calidad y de promoción muy deficiente. Casi nunca se pacta con el artista un tanto por ciento por la venta de las obras, el conocido “fifty- fifty” que ya es en cualquier caso muy desproporcionado para el autor de la obra. El artista paga por adelantado el alquiler de la galería además de un porcentaje de las obras vendidas, o paga un espacio ridículo de 3x 3 metros en el caso de una Feria de arte (estamos hablando de un mínimo de 1500 €), o un pago por la inclusión en un libro de dudosa calidad y promoción. Si un artista investiga un poco estas propuestas (afortunadamente hoy en día a través de Internet es posible), se da cuenta de que no hay una selección rigurosa de los artistas elegidos para dicho evento: se selecciona y admite simplemente a cualquier “artista”, ya sea aficionado, mediocre o incluso de muy baja calidad mientras pueda pagar estas elevadas cifras. Por si fuera poco, una vez pagados los costes, el “desembolsado” artista se da también cuenta de que el interés que tiene este “amigo del arte”, organizador de todo este tinglado, por promocionar y vender sus obras es de despreocupación total y falta de apoyo mediático. Es lógico, este “zorro” negociante ya ha cubierto los gastos y también ha obtenido los beneficios que había proyectado antes de empezar el evento.

Todo esto nos lleva a la fatal conclusión de que este negocio que realizan muchos de estos “espabilados” es una calamidad para el arte en general, ya que por esta causa, además de confundir al público aficionado con una calidad artística mediocre, se echan a perder posibles o futuros buenos artistas que quedan relegados en la sombra o, en la mayoría de los casos, deben abandonar sus pinceles y dedicarse a cualquier otra profesión para poder subsistir.

Pero no sólo se debe culpar de esta nefasta realidad a estos personajes del mundillo del arte, al fin y al cabo son sociedades privadas, sino que también tienen gran responsabilidad los estamentos y los medios de comunicación oficiales, que deberían promocionar y apoyar con mucha más coherencia e intensidad a las artes plásticas y a la cultura en general. Pero esto es otra cuestión que prolongaría mucho el contenido de este escrito.

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